Aconsejan implementar nuevas tecnologías con prudencia

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Aconsejan implementar nuevas tecnologías con prudencia

2019-01-15T18:46:01-03:0021 de octubre, 2013|0 comentarios

Hoy en día, en los modelos de ciclo completo de la cuenca del Salado se obtienen 180/200 kilogramos de carne/ha. El establecimiento San Miguel está muy por encima de esos niveles. “Es un caso representativo del 5/10 por ciento de los ganaderos de punta, que tienen una actitud empresarial, buscan hacer negocios y se dieron cuenta del potencial que tiene la región”, dijo Jorge Castaño, ingeniero agrónomo del INTA Balcarce, quien trabaja en la zona desde hace treinta años.

Históricamente se pensaba que la Cuenca del Salado, con sus suelos alcalinos, napas superficiales e inundaciones y sequías cíclicas, era sólo para criar. Pero mirando el vaso medio lleno, tiene 900/1000 milímetros de lluvia por año cuando las principales zonas ganaderas extensivas del mundo, como por ejemplo Australia, no pasan de los 500 mm. Además, las temperaturas son óptimas para los pastos de clima templado, a diferencia de la planicie central de los Estados Unidos, que transcurre 3 o 4 meses por año bajo la nieve. Por otro lado, está a 350 kilómetros por rutas asfaltadas del mayor centro de consumo de carnes del país.

El establecimiento San Miguel tomó la posta y luego de manejar el agua con pequeñas obras, tipo zanjones, empezó a mejorar la base forrajera. “El éxito de esta iniciativa se debió a que se juntaron una empresa que tiene buena semilla y sabe del tema con un ganadero que comprendió la importancia de la tecnología de siembra de pasturas: por ejemplo, incorporar un maíz de pastoreo como antecesor lo que, además de brindar forraje en verano, permite controlar malezas perennes”, aseguró.

Para Castaño, esto es lo que desalentó a muchos productores a utilizar cultivares de calidad “ya que el porcentaje de fracaso es muy alto si no se respetan los procesos”.

Otra fortaleza del caso fue integrar los conocimientos disponibles. “El Plan Balcarce de los años ‘60 se basó en la fertilización de gramíneas y leguminosas con fósforo, pero finalmente las pasturas no producían más porque necesitan también el nitrógeno del suelo, que sólo puede aprovecharse a partir de mediados de octubre, cuando las temperaturas permiten que trabajen las bacterias que lo ponen a disposición de las plantas. En esa época había conocimientos dispersos en facultades y organismos, pero no se los integraba”, agregó.

En San Miguel se aunaron los saberes de varias áreas y el resultado es óptimo. ¿Qué tendrían que hacer los campos de la zona para llegar a estos niveles? “Un primer paso podría ser implementar nuevas tecnologías en una parte del campo, con sentido común y prudencia, sin comprometer productiva ni financieramente el establecimiento. Hay que elegir los potreros que brindan mayor posibilidad de éxito –por ejemplo, donde se inunda menos y hay menos malezas- para familiarizarse con las mejores prácticas, tomarles la mano y ver el resultado del cambio”, finalizó.

Por Liliana Rosenstein, Editora de Valor Carne.

Publicada en La Nación Campo, 19 de octubre.

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