El principal indicador del notable momento de la ganadería es el precio de exportación. Y más allá de los picos festejables que llegaron a superar los USD5.500, es tal vez más importante que el precio se esté sosteniendo por encima de los USD 5.000 ya por 13 semanas consecutivas. Mientras esa planicie arriba de los 5000 se sostenga, se mantendrán las profundas transformaciones productivas que van gradualmente permeando desde el engorde hacia la cría.
Pero una contracara que tiene un costo social de esa tendencia es la suba del precio en el mercado interno, que ha sido proporcionalmente mayor al del precio de exportación.
El precio de la media res de novillo ha subido 30% en dólares en lo que va del año y en pesos la suba es de 17%, el doble que la inflación.
Mientras cabe celebrar que por primera vez exportemos la carne a más de USD5 por kilo (lo pagan los afluentes consumidores de China, Alemania o EE.UU.) es más complicado que el precio al mercado interno se vaya por primera vez en la historia arriba de USD6.
El libre mercado acude a moderar los precios y asegurar que la carne se mantenga accesible y, en una nueva era, se apela a la importación de carne con hueso. Un camino que además puede terminar con la importación de ganado para el mercado interno. Si las puertas están para salir, también deben estar abiertas para entrar con las debidas garantías sanitarias.
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